DOI 10.35588/estudav.v0i36.5642
Escritoras chilenas emergentes: condiciones de trabajo y
relaciones de género en el campo literario contemporáneo
Emerging Chilean Female Writers: Working Conditions and Gender Relations in the
Current Literary Field
Cristóbal Allende Pino
1
Resumen
Mediante entrevistas a doce escritoras contemporáneas, el presente artículo
caracteriza las condiciones de trabajo y las relaciones de género en el campo literario
actual en Chile. El análisis de las entrevistas permite profundizar en la documentada
tendencia de precarización y pluriempleo del trabajo literario, agregando que este se
realiza mayormente en el área de la docencia universitaria y en talleres literarios para
el caso de las escritoras. Ades, la gestión del tiempo surge como un elemento
importante que determina las formas del trabajo en literatura. Respecto a las
relaciones de género, las entrevistadas observan diferencias en las remuneraciones
a favor de los hombres y una masculinización hisrica del canon literario. A esto
se suma una desigualdad en la entrega de premios y fondos literarios, otorgados
mayormente a hombres.
Palabras clave: escritoras chilenas, campo literario, trabajo literario, relaciones de
género.
Abstract
Through interviews with twelve contemporary female writers, this paper
characterizes the working conditions and gender relations in the current literary field
in Chile. The analysis of the interviews allows to delve into the documented trend
of precariousness and moonlighting in the literary work, adding that this is done
mostly in the university teaching area and literary workshops, in the case of female
writers. Also, the time management emerges as an important element, which
determines the forms of work in literature. Regarding gender relations, the
interviewees observe differences in remuneration in favor of men, and a historical
masculinization of the literary canon. To this is added an inequality in the awarding
of prizes and funds, given mostly to men.
Keywords: Chilean female writers, literary field, literary work, gender relations.
Recibido: 16/03/21
Aceptado: 25/03/22
1
Universidad de Chile, Santiago de Chile, Chile, ORCID 0000-0001-9868-647X,
cristobalallendepino@gmail.com
Introducción
En los últimos años, y de la mano con el realce de movilizaciones feministas en diferentes partes
del mundo, en Chile hemos asistido a una importante “puesta en escena” de nuevas escritoras
dentro del campo literario, lo cual se ilustra en distintos artículos de prensa (Corroto, 2017;
Proust, 2017; Rivas, 2017; Troncoso, 2017). A pesar de la evidencia mediática de este fenómeno,
poco se ha profundizado acerca de las condiciones actuales del campo literario y cómo se
enfrentan a ellas las nuevas literatas chilenas. Desde un enfoque de la sociología del arte, el
objetivo de este artículo es dar cuenta de las características del trabajo y las relaciones de género
en el campo literario actual.
Para ello, se realizan doce entrevistas a escritoras chilenas contemporáneas. En primera
instancia se abordan las investigaciones acerca de las condiciones del trabajo artístico en Chile;
un segundo apartado problematiza acerca de la relación entre género y arte, particularmente
desde la propuesta de la historiadora del arte Linda Nochlin. Además, junto a un subapartado
sobre las investigaciones desde distintos ámbitos acerca de la escritura de mujeres en Chile. Un
tercer apartado presenta una conceptualización teórica de la sociología del arte, con énfasis en
la propuesta del sociólogo francés Pierre Bourdieu, para luego desarrollar la metodología.
Finalmente, el quinto y sexo apartado corresponden a los resultados y las conclusiones de la
investigación, respectivamente.
Estudios recientes sobre las condiciones del trabajo cultural, artístico y
literario en Chile
Revisaremos a una serie de estudios que caracterizan las condiciones del trabajo artístico y
cultural en Chile en los últimos años, señalando además las cualidades específicas del campo
literario.
Una primera aproximación realizada por el Departamento de Estudios y Documentación,
del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (2004), buscaba caracterizar, a comienzos de este
siglo, la situación laboral de las y los trabajadores de la cultura en Chile.
2
Dicha caracterización,
que logró extender la muestra a trabajadores de las Región Metropolitana y la Región de la
Araucanía, concluía ya por esos años que
la situación que experimentan dichos trabajadores posee características
propias que la hacen muy distinta a la exhibida por otros sectores: gran
magnitud de trabajadores por cuenta propia; predominio del trabajo sin
contrato o con contrato a honorarios; trayectoria laboral discontinua;
distintas jornadas de trabajo; significativa presencia de jornadas a tiempo
parcial y la recurrencia de trabajo en la noche; situaciones particulares en la
previsión y el acceso a la salud, entre otras. (Consejo Nacional de la Cultura
y las Artes, 2004: 112)
2
Dicho estudio abarcó los ámbitos de la música, artes visuales, artes audiovisuales, artes escénicas, danza,
literatura, artesanías y gestión y producción (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2004).
Además, el estudio reflejaba diferencias entre la Región Metropolitana y la Región de la
Araucanía, las cuales “llevan a pensar en la concentración de recursos y oportunidades que se
dan en la región capital” (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, 2004: 112). Para el caso
particular del campo literario, este se diferencia de las otras disciplinas por presentar una mayor
tendencia a la pluriactividad, como forma de sustentarse económicamente.
Por otro lado, diez años después de este levantamiento, en el marco del Proyecto Trama
se realizó una nueva investigación acerca de las características del trabajo cultural en Chile,
titulada El escenario del trabajador cultural en Chile (Brodsky et al., 2014).
3
La indagación permitió
actualizar el conocimiento acerca de las condiciones del trabajo artístico en Chile, utilizando
metodologías mixtas y extendiendo esta vez la muestra a más regiones: Antofagasta, Valparaíso,
Maule y Metropolitana.
De forma poco alentadora, las conclusiones presentadas durante el año 2014 no distan
mayormente de lo que se presentaba ya en el estudio del Consejo Nacional de las Artes (2004),
referente tanto a las condiciones de precarización en este campo como también a la exacerbación
de estas condiciones en las regiones no metropolitanas:
se pudo constatar la situación de precariedad en la que se desarrolla el trabajo
artístico-cultural en nuestro país, con una fuerte desprotección social y
laboral de los trabajadores, primando un trabajo de tipo informal. Abunda
el trabajo independiente, sin contrato, sin previsión social. La labor artística
debe combinarse con otras actividades no culturales, diversificándose el
tiempo y los ingresos para poder subsistir. Muchos de quienes se
desempeñan en el sector, no reciben remuneración alguna por el servicio o
bien realizado. La valoración de la actividad artística y cultural como un
trabajo, por tanto, remunerado, como cualquier otro, es un tema pendiente
aún en Chile y es una causa importante de la pauperización de las
condiciones sociales principalmente de los artistas, que en regiones se vuelve
aún más compleja. (Brodsky et al., 2014: 219-220)
Además, el sector literario muestra una mayor precariedad respecto a las demás disciplinas
artísticas:
Los resultados indican que los trabajadores de este sector encuentran más
dificultades que los demás para sustentarse con su actividad cultural, lo que
les obliga a desempeñarse en otros ámbitos públicos y privados, que les
otorgan una mayor formalidad laboral pero los aleja de la producción
artística. (Brodsky et al., 2014: 221)
Por último, frente a la situación de crisis económica impulsada por la pandemia mundial de
Covid-19, el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio realizó el año 2020 un catastro
del estado de la situación de los Agentes, Centros y Organizaciones Culturales (Ministerio de las
Culturas, las Artes y el Patrimonio, 2020). Si bien la motivación de este estudio viene dada por
3
El estudio de Trama, a pesar de ser útil para actualizar el conocimiento acerca de las condiciones de los
y las trabajadoras de la cultura y las artes, recibió algunas críticas, principalmente por su enfoque claramente
economicista que no se adecuaba a la realidad ocupacional de los y las artistas, además de una escasez de
datos exclusivos para el campo de las artes visuales (Villarroel, 2014).
la urgencia sanitaria,
4
los datos son igualmente reveladores y permiten renovar la información
que se entrega en los dos informes observados anteriormente.
Así, es de esperar que en el contexto de las condiciones observadas el 2004 y 2014, la
situación de crisis económica afecte de manera negativa a los y las trabajadores culturales. Los
datos muestran que 85.1% de los encuestados y las encuestadas declara ser trabajador/a
independiente, y de este mismo grupo, un 79.4% declara no tener ingreso estable, lo que reafirma
en cierto grado la tendencia a la precarización documentada en las indagaciones anteriores.
Además, frente a la crisis económica motivada por la situación de pandemia, un 36.4% de los
agentes se vio afectado por la cancelación de actividades confirmadas, mientras un 25.6% vio
disminuido sus ingresos. Por otro lado, un 72.3% de los participantes percibe su situación
económica como mala o muy mala. También, y particularmente para el sector vinculado al
campo literario (o “Lectura”, como indica el estudio), este se señala como uno de los sectores
que se ha visto más afectado por la postergación de actividades (22.88%) (Ministerio de las
Culturas, las Artes y el Patrimonio, 2020).
En suma, los informes presentados dan cuenta de una situación relativamente constante
de precariedad en el sector artístico y cultural, y en donde el subcampo de la literatura posee
características particulares, como es la tendencia a la pluriactividad y la realización de labores en
espacios alejados de la producción artística. En el apartado de resultados, y fruto de las
entrevistas y los datos recopilados, se observará en mayor detalle cuáles son estos espacios de
desempeño de las escritoras chilenas contemporáneas.
Sobre la (difícil) relación entre arte y género: hacia una nueva historia del
arte
Uno de los primeros ámbitos disciplinares desde donde se cuestionan las dinámicas y relaciones
de género en el campo artístico, es la historia del arte. Linda Nochlin, en el año 1971 y luego de
las movilizaciones feministas ocurridas en Estados Unidos, escribe un ensayo titulado “¿Por qué
no han existido grandes artistas mujeres?” (Nochlin, 1971), en donde propone avanzar hacia un
abordaje sociológico, institucional e impersonal de la historia del arte, el cual “revelaría la
subestructura enteramente romántica, elitista, de glorificación individual y elaboradora de
monografías en la que se basa la profesión de la historia del arte y que recientemente ha sido
cuestionada por un grupo de jóvenes disidentes” (Nochlin, 1971: 24).
Además, en dicho ensayo Nochlin señala cómo la pregunta planteada trae consigo un
problema originario. Más allá de responder a ella de forma ingenua, señalando las artistas mujeres
que efectivamente han alcanzado la “grandeza”, es necesario entender que la genialidad artística
no es un “poder misterioso e intemporal que de alguna manera está incrustado en la persona del
gran artista” (Nochlin, 1971: 24), sino que la posibilidad de creación artística está determinada
por elementos históricos, sociales, culturales y materiales. En definitiva, Nochlin llama a romper
con lo que, desde el contexto latinoamericano, Ticio Escobar entiende como los “mitos del arte”
(Escobar, 2008).
5
Así, despojándose de estos velos, se observa cómo a lo largo de la historia del
arte
4
Además, el catastro utilizó una metodología de cuestionario
online
autoaplicado, sin muestreo, lo que
limita el carácter probabilístico del estudio.
5
Según Ticio Escobar, el arte moderno está compuesto por una serie de mitos acerca de lo que se entiende
por arte, y que corresponden a “la posibilidad de producir objetos únicos e irrepetibles que expresen el
genio individual y, fundamentalmente, la capacidad de exhibir la forma estética desligada de las otras
Las artistas han tenido condiciones poco favorables. Fueron excluidas del
entrenamiento en la representación del desnudo de las clases de anatomía
en las academias, y fueron restringidas por ideologías sociales que
predicaban una femineidad basada en los logros en vez de en la ambición
profesional y la dedicación a la excelencia. (Pollock, 1988: 64)
Escritura de mujeres en Chile: algunos antecedentes
Las investigaciones que abordan la escritura de mujeres en Chile han seguido diferentes
derroteros. Por un lado, existen trabajos compilatorios de obras y biografías de escritoras
chilenas a lo largo de la historia (González-Vergara, 1993; Muñoz, 2009; Tejos, 2010), los cuales
buscan generar lo que Linda Nochlin entiende como “primera reacción feminista”; es decir,
responder a la pregunta por la existencia de grandes mujeres artistas tal y como está planteada:
evocando ejemplos de mujeres artistas notables o no lo suficientemente apreciadas a lo largo
de la historia” (Nochlin, 1971: 19). Si bien este tipo de trabajos serían necesarios y urgentes, no
permiten acceder a una visión sociológica de la producción literaria de mujeres, tanto porque,
en el caso de los libros compilatorios, reducen el entendimiento de lo artístico al producto final
sin detenerse en todas las actividades necesarias para que una obra llegue a ser lo que es (Becker,
2008); o también en el caso de los trabajos biográficos, los cuales se enfocan en presentar en
mayor medida una serie de datos agregados de las vidas de las autoras, sin poner mayor atención
al campo de disputas o la red de posiciones (Bourdieu, 1989) en las que se insertan las escritoras.
Por otro lado, los estudios literarios también han abordado la escritura de mujeres,
particularmente la desarrollada en la primera mitad del siglo XX, que es donde esta se empieza
a gestar (Traverso, 2013). Durante ese periodo las escritoras desplegarán su escritura en varios
espacios simultáneamente, incluyendo la crítica literaria, como una otra forma de posicionarse
contra la segregación patriarcal de aquel tiempo (Alvarado, 2009). Así, también existirá en estas
escrituras una preferencia por la novela lírica o de tendencia poética, la cual permite expresar de
mejor manera el mundo interno de las mujeres, y en contraposición a la novela realista
preponderante en el canon masculino (Orozco, 1993). En cualquier caso, el espacio literario
femenino de principios de siglo XX se encontrará en una tensión entre lo tradicional y lo nuevo,
como lo expresa Ana Pizarro: “las escritoras en el país se ubican en otro registro, un registro
más tradicional en donde los papeles sexuales otorgados por la sociedad están llevando a cabo
una forzosa negociación con los registros simbólicos de la transformación societal” (Pizarro,
2004: 165).
Esta negociación se observa claramente en lo que respecta a la adscripción política frente
al feminismo. En un contexto de masculinización del canon literario (Traverso, 2013), en donde
la crítica literaria considera la narración femenina como infantil y valora el alejamiento de
“cualquier adscripción feminista” (Traverso, 2013: 69), las escritoras, acaso estratégicamente,
producirán separadamente los escritos de ficción (cercanos todavía a una visión conservadora)
de los ensayos políticos, en donde se posicionarán más claramente en torno a los postulados
feministas de la época (Kottow, 2013).
Ya en la segunda mitad del siglo XX y comienzos del siglo XXI, la experiencia dictatorial
por la que atraviesa Chile marcó de forma importante la producción literaria de la época,
formas culturales y purgada de utilidades y funciones que oscurezcan su nítida percepción” (Escobar, 2008:
29).
cobijando el nacimiento de una generación conocida como “literatura de los hijos”
6
(Franken,
2017). En esta generación, el deseo y el erotismo en la literatura femenina alcanzarán un nuevo
protagonismo, alejado de las formas solapadas y tangenciales con los que estos temas eran
abordados en los primeros años del siglo XX (Epple, 1999). Por otro lado, la temática de la
maternidad encontró también espacio en este ámbito, aunque Lorena Amaro (2020) distingue
entre la generación de los ochenta, con Diamela Eltit y Pía Barros, en donde la maternidad se
presenta como metáfora de la represión, y la generación de los noventa, en donde autoras como
Lina Meruane y Claudia Apablaza abordan la maternidad desde la experiencia personal,
alejándose del juego metafórico.
Finalmente, un tercer abordaje de la escritura o narrativa femenina en Chile es el que
algunas investigaciones han emprendido utilizando el aporte sociológico de Pierre Bourdieu.
Analizando los espacios utilizados por mujeres para insertarse en el campo literario y cultural
entre finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, Darcie Doll (2007) reconoce un paso desde
los salones a las “tertulias literarias”, lo cual entiende como un proceso de autonomización del
campo literario. Mientras en el primero el acercamiento a la literatura y el arte se realiza de forma
más solapada, en donde ellas siguen situadas en el espacio de lo privado, el salón del hogar, con
las tertulias literarias se genera un encuentro solo de mujeres, donde se aborda decididamente el
tema literario sin la intervención de las discusiones políticas o de poder que estaban mayormente
presentes en los salones de finales del siglo XIX.
Por otro lado, considerando dicho proceso de autonomización del campo literario, la
misma autora define tres generaciones de escritores durante el siglo XX: precursoras, modernas
y profesionales (Doll, 2014). En las escritoras modernas hay una mayor conciencia autoral que
en las precursoras. Además, en las dos primeras existirá un vínculo mucho más potente con el
canon masculino: las precursoras desde la clase social, y las modernas desde el ámbito
profesional. Así, las escritoras profesionales mostraran un mayor grado de autonomía e
independencia.
Utilizando dicha periodización, y también desde una perspectiva “bourdieusiana”, Natalia
Cisterna (2014) compara las trayectorias literarias de dos escritoras modernas: María Flora Yáñez
y Marta Brunet. Esta comparación permite ver cómo, para el caso de María Flora Yáñez, el no
abandonar y transgredir los habitus de género y clase la limitan para desarrollar una trayectoria
más exitosa, y cómo en el caso de Marta Brunet esta transgresión (aunque parcial y transando
con las normas androcéntricas) sí le permite un despliegue más amplio de su carrera literaria.
Así, se observa de qué manera un abordaje sociológico permite profundizar en distintos
aspectos de la escritura femenina, más allá de las obras y las biografías (como en el caso de los
trabajos compilatorios), y también de las temáticas y estilos de escritura (como en los estudios
literarios). La sociología, y particularmente la sociología del arte, podría servir entonces como
herramienta para refundar una historia del arte en las claves que plantea Nochlin:
la situación total de la creación artística, tanto en términos de desarrollo del
creador artístico como en la naturaleza y calidad de la obra de arte en sí,
ocurren en una situación social, son elementos integrantes de esta estructura
social y están mediados y determinados por instituciones sociales específicas
y definidas, sean estas academias de arte, sistemas de patrocinio, mitología
6
Se entiende por “literatura de los hijos” a la generación de escritores y escritoras que vivieron su infancia
durante la Dictadura Militar de Augusto Pinochet, y que “han rearticulado sus experiencias de ese periodo
desde la ficción novelesca” (Franken, 2017: 188).
de un creador divino, el artista como el hombre o proscrito social.
(Nochlin, 1971: 28)
Aportes y propuesta de la sociología del arte
Si bien el campo de la sociología, desde sus inicios y hasta la actualidad, parece haber transitado
por terrenos distantes a la temática del arte y cercanos a otros tópicos (como la sociología del
trabajo), lo cierto es que la sociología del arte como subdisciplina cuenta ya con una larga
trayectoria, la cual se ha desarrollado principalmente en el contexto de los países del primer
mundo (Europa y Estados Unidos). Así, una de las periodizaciones más claras y esquemáticas
es la que propone Nathalie Heinich (2002), quien plantea que la historia de la sociología del arte
ha pasado por tres generaciones, diferenciadas por el tipo de relación sintáctica entre los
conceptos “arte” y “sociedad”. Las generaciones corresponden a “arte y sociedad”, “arte en la
sociedad” y “arte como sociedad”.
La primera generación, “arte y sociedad”, nace en la primera mitad del siglo XX y proviene
del campo de la filosofía y la estética. En ella se intenta observar las determinaciones sociales del
arte, buscando sustituir las tradiciones interpretativas espiritualistas o estéticas (la religiosidad,
el gusto) por una explicación de las causas al mismo tiempo externas al arte y menos “legítimas”,
menos valorizadas, porque estaban determinadas por intereses materiales o mundanos”
(Heinich, 2002: 18). Entonces, se agrega al entendimiento de las obras el componente social
como determinante y variable independiente de esta ecuación.
La segunda generación, “arte en la sociedad”, nace durante los años cincuenta, y busca
explorar en “el contexto económico, social, cultural, institucional de producción o de
recepción de las obras, al que se le aplicaron lostodos de indagación de la historia” (Heinich,
2002: 28). En dicho sentido, esta generación tiene como objeto de estudio las instituciones del
arte (mecenazgo, museo, coleccionistas, productores) y sus transformaciones, principalmente
desde la historia del arte.
Finalmente, una tercera generación refiere al “arte como sociedad”. Esta tiene su origen
entre los años sesenta y setenta, y “se interesa por el funcionamiento del entorno del arte, sus
actores, sus interacciones, su estructuración interna” (Heinich, 2002: 42). Por otro lado, esta
generación de la sociología del arte adopta con una mayor soltura las herramientas conceptuales
y los métodos de investigación de otras sociologías regionales (Péquignot, 2017), como pueden
ser las entrevistas, las encuestas y el trabajo etnográfico.
En dicha generación, dos de los representantes más emblemáticos son Howard Becker y
Pierre Bourdieu. El primero, exponente del interaccionismo simbólico, con el concepto de
“mundos del arte” llama a “pensar en todas las actividades que deben llevarse a cabo para que
cualquier obra de arte llegue a ser lo que por fin es” (Becker, 2008: 18); se debe considerar
entonces no solamente al artista como sujeto individual, sino que también a los trabajadores
secundarios, los técnicos, directores, todo aquel que participe del proceso de elaboración de una
obra artística.
En el caso de Pierre Bourdieu, influenciado por distintas corrientes, aunque con una clara
propuesta desde la dominación y el conflicto, instala el concepto de “campo artístico” (Bourdieu,
1995) como forma de entender las dinámicas dentro del espacio del arte y la cultura en general.
Si bien son varios los conceptos que introduce Pierre Bourdieu en su teoría (capitales, habitus,
trayectoria, posiciones, tomas de posición, illusio, entre otros), para el concepto de campo, el
sociólogo francés indica:
Es notable que los que se han ocupado de cultivar la ciencia de las obras
literarias o artísticas, con las intenciones o los presupuestos teóricos y
metodológicos más diferentes, han omitido, todos y siempre, tomar en
cuenta como tal el espacio social en que se hallan situados los que producen las
obras y su valor. Ese campo (literario, artístico, filosófico, etc.) no es ni un
medio en el sentido vago de contexto o de social background (en contraste
con el sentido fuerte, newtoniano, que la noción de campo reactiva), ni
siquiera lo que comúnmente se entiende por medio literario o artístico,
es decir, un universo de relaciones personales entre los artistas o los
escritores, sino un campo de fuerzas que actúan sobre todos los que entran
en ese espacio y de maneras diferentes según la posición que ellos ocupan
en él (sea, para tomar puntos muy distantes entre sí, la del autor de piezas
de éxito o la del poeta de vanguardia), a la vez que un campo de luchas que
procuran transformar ese campo de fuerzas. (Bourdieu, 1990: 20-21)
Ya sea desde un enfoque interaccionista Becker o del conflicto Bourdieu,
7
el aporte
sin restricciones de la sociología y sus herramientas metodológicas permite contemplar y
profundizar en las dinámicas actuales del arte. Así, encuestas, entrevistas, análisis de datos y
etnografía se ponen al servicio de esta empresa investigativa; ya no desde una visión esencialista
de la obra y lo social como en la primera generación, ni desde una fijación con la historia de las
instituciones artísticas como en la historia del arte de la segunda generación, sino que observando
las constantes transformaciones que el campo artístico adopta.
8
Problematización
Los antecedentes presentados en el apartado anterior dan cuenta de una situación histórica en
relación al campo literario y cultural general. A grandes rasgos, las mujeres artistas han tenido
que recurrir a distintas estrategias y tácticas para lograr insertarse en el campo literario, el cual se
ha constituido desde una mirada patriarcal, generando barreras simbólicas (no reconocimiento,
desprestigio del trabajo femenino) y materiales (constricción a las labores domésticas, negación
de acceso a espacios formativos).
9
La pregunta de Linda Nochlin “¿por qué no han existido grandes mujeres artistas?” se
entiende entonces en un doble sentido. Tentados por responder rápidamente al
7
Además de estos dos enfoques, Gisèle Sapiro propone al análisis de redes como un tercer enfoque
propicio para el estudio del espacio literario, y que no ha sido explotado en todas sus posibilidades: “El
análisis de redes parece en especial apropiado para explorar el universo de fronteras difusas y porosas que
conforman el mundo de las letras, estructurado en microambientes (por ejemplo, en torno a una revista)
y en redes de relaciones informales, que a menudo adquieren una forma personalizada, como ocurre con
las afinidades electivas” (Sapiro, 2016: 72).
8
Con respecto al estudio las transformaciones recientes del campo literario chileno, se sugiere revisar
investigaciones en torno a la recepción literaria y la lectura (Consejo Nacional de la Cultura y las Artes,
2014 y 2017); y sobre la mediación literaria, particularmente en torno al subcampo de la edición (Ferreti
y Fuentes, 2016; Slachevsky, 2016). En el ámbito de la producción literaria existen menos indagaciones,
pero se sugiere el trabajo de Hernán Godoy,
El oficio de las letras: estudio sociológico de la vida literaria
(Godoy, 1970).
9
En este ámbito, Carole Pateman define el “contrato sexual” como “los mecanismos mediante los cuales
los hombres afirman el derecho de acceso sexual a los cuerpos de las mujeres y reclaman el derecho de
mando sobre el uso de los cuerpos de las mujeres” (Pateman, 1995: 29). Este contrato, que no solo remite
a la esfera privada, sino que configura todo el entramado societal en clave patriarcal, coloca al hombre en
el lugar del espacio público (y por tanto cultural) y a la mujer en el espacio íntimo, privado o doméstico
(Delgado, 2008).
cuestionamiento, se podría argumentar que, para el caso de la literatura contemporánea chilena,
han existido mujeres relevantes: basta con señalar el otorgamiento del Premio Nacional de
Literatura el año 2018, entregado a Diamela Eltit. Sin embargo, los avances simbólicos y de
reconocimiento muchas veces se adelantan a las condiciones reales o materiales de la historia,
las cuales tienden a transformarse de manera más paulatina: “No basta con que el pensamiento
empuje a la realización; la realización misma debe presionar hacia el pensamiento” (Marx, 2005:
64).
En ese sentido, como se verá en los resultados, la realidad de la Línea de Creación de los
Fondos del Libro, dispositivo más próximo a la realización literaria y que llega a un número
mayor de artistas, hasta el año 2020 mantenía un sesgo claramente masculino. Desde esta
ejemplificación pretendemos dibujar una respuesta sociológica a la pregunta de Nochlin; es
decir, abordar las dimensiones materiales y concretas del trabajo escritural femenino, relevando
particularmente las condiciones laborales y de género.
Metodología
La presente investigación busca indagar en las nuevas condiciones laborales y de género en el
campo literario en Chile, desde el relato de las escritoras emergentes.
Para esto, se realizaron entrevistas en profundidad a doce escritoras chilenas
contemporáneas.
10
Según Rodrigo Flores, la entrevista en profundidad está “dirigida hacia la
comprensión de las perspectivas que tienen los informantes respecto de sus vidas, experiencias,
situaciones, tal como lo expresan en sus propias palabras” (Flores, 2009: 154). Debido al carácter
confidencial de las entrevistas realizadas, las citas presentadas serán anónimas.
La construcción de la pauta de entrevista se enmarcó en la teoría del sociólogo francés
Pierre Bourdieu, desde los conceptos de estrategias, tomas de posición, y capitales. La propuesta
de Bourdieu busca romper justamente con la idea de “ilusión biográfica” (Bourdieu, 1989), en
donde el nombre propio en una biografía se tiende a presentar en un sentido y orden
autocontenido, como una sucesión de hechos, fechas y datos, sin atención a la relación del agente
con los contextos sociales y las posiciones en el campo:
Intentar comprender una vida como una serie única y suficiente en sí misma
de acontecimientos sucesivos sin otro nexo que la asociación a un sujeto
cuya constancia no es sin duda más que la del nombre, es por lo menos tan
absurdo como intentar dar razón de trayecto en el metro sin tomar en cuenta
la estructura de la red, es decir, la matriz de las relaciones objetivas entre las
diferentes estaciones. (Bourdieu, 1989: 31)
Finalmente, se complementan los relatos de las entrevistas con datos secundarios sobre el campo
literario chileno, buscando generar puentes entre la visión de las escritoras y el contexto
presentado en los apartados anteriores.
Resultados
10
Claudia Apablaza, Arelis Uribe, María José Navia, María José Ferrada, Romina Reyes, Andrea Jeftánovic,
Leo Marcazzolo, Mónica Drouilly, Carolina Brown, María Paz Rodríguez, Victoria Valenzuela y
Montserrat Martorell.
La variable género en la actualidad del campo literario chileno: nuevas tendencias y viejas
desigualdades
Ya se observaba anteriormente cómo el arte se ha constituido, al menos en su concepción
moderna, como un espacio que limita la participación de mujeres (Nochlin, 1971; Pollock, 1988),
cuestión además presente en la historia de la literatura en Chile (Traverso, 2013; Kottow, 2013).
Así, el canon establecido ha encontrado distintas formas para limitar el acceso femenino a la
práctica artística y literaria: desde limitar el acceso a espacios educativos relevantes para la
formación, como era el modelo desnudo en el siglo XIX (Nochlin, 1971), hasta calificar de
“infantil” la poesía de mujeres a comienzos del siglo XX chileno, o valorar a las escritoras que
se alejaban de una postura feminista (Traverso, 2013).
Tal tendencia histórica se manifiesta de forma clara en la entrega del Premio Nacional de
Literatura, reconocimiento más importante del campo literario chileno. De las 55 veces que se
ha entregado este galardón, desde 1942, solamente cinco mujeres lo han recibido: Gabriela
Mistral (1951), Marta Brunet (1961), Marcela Paz (1982), Isabel Allende (2010) y Diamela Eltit
(2018) (Memoria Chilena, s.f.).
Tendrán que pasar varios años para que el Premio Nacional de Literatura encuentre paridad
de género en el número de reconocimientos. Sin embargo, esta desigualdad se observa también
en reconocimientos más recientes y dedicados a trayectorias literarias menos consagradas, como
es el premio Mejores Obras Literarias, entregado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el
Patrimonio (Tabla 1).
11
Tabla 1. Distribución por género del premio Mejores Obras Literarias (2015-2020)
Table 1. Distribution by gender of Best Literary Award (2015-2020)
Género/
año
2015
2016
2017
2018
2019
2020
TOTAL
Masculino
8
4
7
5
4
6
64
Femenino
1
4
2
3
5
3
18
Fuente: elaboración propia con datos extraídos de la página web de Premios Literarios (Ministerio de las Culturas, las Artes y el
Patrimonio, s.f.). Source: own elaboration based on Literary Awards website.
Como se observa en Tabla 1, el premio Mejores Obras Literarias ha sido entregado, desde el
2015 hasta 2020, de forma preponderante a autores hombres. Frente a esta situación, y
considerando que el “genio artístico” no es algo que se encuentre en los genes ni en sexo de los
y las artistas, sino que depende de condiciones sociales e históricas (Escobar, 2008; Nochlin,
1971), caben dos explicaciones: podría ser que la institución calificadora sostenga un sesgo
patriarcal en sus criterios evaluadores, favoreciendo más a hombres que a mujeres; o una segunda
explicación podría señalar el hecho de que las mujeres están menos dispuestas o incentivadas a
desarrollar carreras artísticas y literarias mediante la postulación a estos premios, particularmente
desde los dispositivos educacionales y culturales que promueven ciertas ocupaciones a hombres
11
Los premios considerados son: Novela publicada”, Cuento publicado”, Poesía publicada”, Ensayo
publicado”, Dramaturgia publicada”, Novela inédita”, Cuento inédito”, Poesía inédita”, Ensayo
inédito”. El año 2016, la categoría Ensayo inédito” fue declarada desierta, mientras que el 2018 lo fue la
categoría “Ensayo publicado”.
y mujeres diferenciadamente.
12
En cualquiera de los dos casos, los datos muestran una
persistencia de mandatos patriarcales en el espacio de los reconocimientos literarios.
Lo anterior resulta aún más preocupante si es que se observa una tercera instancia relevante
para las carreras literarias en el campo literario chileno: la Línea de Creación del Fondo del
Libro
13
(Tabla 2).
Tabla 2. Porcentaje de distribución por género de la Línea de Creación de los Fondos del Libro
(2018-2020)
Table 2. Percentage of distribution by gender of Book Funds Creation Line (2018-2020)
Género/
año
2018
Masculino
67%
Femenino
32.9%
Fuente: elaboración propia con datos extraídos del Observatorio de Políticas Culturales (2020) y del Ministerio de las Culturas, las
Artes y el Patrimonio (2018, 2019). Source: own elaboration based on Observatory of Cultural Policies (2020) and the Ministry of
Culture, Arts and Heritage (2018, 2019).
Como se aprecia en Tabla 2, nuevamente el género parece una categoría que marca de manera
importante las instancias del campo literario chileno, afectando negativamente a las mujeres.
Las nuevas escritoras frente a la desigualdad de género
Frente al escenario descrito anteriormente, que presenta una notoria desigualdad en términos de
relaciones de género ¿cuál es la posición de las nuevas escritoras frente a ello?
En primer lugar, del análisis de las entrevistas se puede observar un discurso generalizado
sobre una masculinización histórica del campo literario, en donde se leen y publican mayormente
a hombres: “Bueno, por ejemplo, yo en el colegio leí muy pocas mujeres [], y te aseguro que
los migrantes, o afroamericanos piensan lo mismo, porque el canon es como hombre, blanco,
burgués, como con sus problemas de señor burgués de 50 años” (Entrevistada 7). “Empecé a
conocer el círculo también de mis contemporáneos, que por lo general eran hombres, más que
nada hombres publicando” (E1).
Lo anterior se complementa con una invisibilización de la producción literaria femenina:
“cuando partí escribiendo era más complejo porque, puta, las escritoras femeninas escribían
literatura de género [] había harto prejuicio, en los medios había re poca cabida” (E2). Así
también, esta invisibilización ha encontrado distintas estrategias a lo largo de la historia literaria,
como son los estereotipos y la homogeneización de la literatura de mujeres: “pero hasta antes
era muy así [], como que los libros que escriben mujeres solo los leen mujeres, porque solo
tratan problemas de mujeres” (E7). Como señala Diamela Eltit: “A la mujer como doble
12
Para una revisión de la segregación por género de la estructura ocupacional chilena, revisar: “Mujeres en
Chile y mercado del trabajo. Participación laboral femenina y brechas salariales” (Instituto Nacional de
Estadísticas, 2015). Respecto a las brechas de género en la educación superior,
Análisis de brechas de
género en la educación superior chilena. Datos 2015
(Ministerio de Educación, 2015). Para una revisión
teórica, se sugiere
El contrato sexual
(Pateman, 1995).
13
Este fondo corresponde a uno de los tantos apoyos económicos que entrega el Ministerio de las Artes,
la Cultura y el Patrimonio, a través de los Fondos de Cultura.
invisible, ausente de una política que la respalde, se le ha asignado la tutoría del relato rosa, ese
relato que glorifica, aun en su maldad, al hombre político; esa ficción femenina que enaltece al
hombre literario, ese ser para otro, ese padecer para otro” (Eltit, 2016: 16).
Si bien este relato de masculinización del campo literario está puesto en el pasado, varias
escritoras reconocen que la constitución actual del campo mantiene lógicas patriarcales de
funcionamiento. Aparte de que existe un conocimiento de las desigualdades de adjudicación de
premios y fondos, las entrevistadas señalan otro tipo de inequidades, referidas a experiencias
cotidianas del oficio de la escritura, y por tanto menos reconocidas:
Tú puedes entrevistar a escritoras que te van a contar, por ejemplo, que, no
sé, nunca firmaron un contrato para una novela, o que les pagan mucho
menos que a otros hombres para revisar, por ejemplo, para ir a un congreso.
Yo he sabido de compañeras que, no sé, les iban a ofrecer doscientos mil
pesos para ir a dar una conferencia y después nos hemos enterado que a los
hombres les han ofrecido ochocientos mil pesos, por ejemplo. Ese tipo de
diferencias se ven todo el tiempo en el campo. (E12)
Finalmente, otras prácticas que denotan esta diferencia de género tienen que ver con los
consumos y disposiciones de los hombres dentro del campo literario. Por un lado, según el relato
de las entrevistadas, los hombres leerían solo a otros hombres, generando una clausura entre las
redes y reconocimientos que se generan entre escritores:
Creo que pasa mucho todavía que los escritores hombres leen a los
escritores hombres, de repente me pasa que veo amigos que twittean cosas
y dicen “¿libros para recomendar?”, y es como, no hay ningún pudor, y son
diez autores hombres, y uno dice “bueno ¿y nosotras?”. (E12)
Por otro lado, y en relación con disposición y confianza de los escritores en el campo literario,
Mónica Drouilly señala, en una entrevista en el medio Las Correctoras:
Creo que los hombres se atreven más a socializar sus textos. Muchas mujeres
que escriben muy bien son menos osadas al momento de presentar su
trabajo y decirle a los demás “miren, esto está aquí”. A los hombres se les
enseñó culturalmente a creerse el cuento más rápido. (Siskin, 2019)
Estrategias y prácticas del trabajo literario
Observamos anteriormente cómo, dentro de un contexto generalizado de precarización del
trabajo cultural y artístico, el trabajo literario adquiere características particulares, como es la
tendencia al pluriempleo y el tener que realizar labores alejadas de la creación artística para
sustentarse económicamente. En ese sentido, el relato de las entrevistadas permite profundizar
en ello, definiendo cuáles son las áreas en que se desenvuelven mayormente las escritoras,
además de las estrategias y prácticas específicas del oficio en el campo literario.
En primer lugar, la conversación con las entrevistadas reafirma la existencia en el campo
literario de una importante tendencia al pluriempleo: “soy periodista, me considero una
trabajadora independiente, tengo unos freelanceos que se llaman” (E3); “pero no puedo vivir de
eso, o no sé, tal vez la gente que yo conozco es poca, casi todos viven de las clases y los talleres”
(E9).
Así, los trabajos más frecuentes mencionados por las escritoras son la realización de talleres
literarios y las clases universitarias. Respecto a los primeros, es frecuente realizar más de un taller
simultáneamente: “yo hago cuatro talleres literarios, hago un taller de cuento, un taller de
literatura de mujeres, un taller de escritura creativa, y hago un taller individual a una persona”
(E12). En relación con las clases universitarias, estas se realizan mayormente en áreas vinculadas
a la escritura y la literatura, donde se pone hincapié en la función que tienen estas como sostén
económico:
pero entiendo que en el mundo hay que pagar cuentas y funcionar y creo
que la manera que tengo de insertarme en ese mundo es también a través de
la literatura, pero haciendo clases, no como escritora. La profesora va a
mantener a la escritora acá. (E10)
A
unque de forma menos preponderante, las escritoras señalan desempeñarse en otras áreas
ocupacionales, como son el trabajo periodístico, la gestión cultural, o en áreas alejadas del arte y
la cultura. Con todo, al estar mayormente las distintas ocupaciones y trabajos vinculados al área
de la literatura y la escritura, la condición de pluriempleo impulsa una imbricación de todas las
tareas realizadas:
no, no es difícil, es como parte de lo que hago, como escribir, editar, estudiar
este doctorado, hacer gestión como difusión de la lectura, de las narradoras
chilenas, así que ahí se va compatibilizando, porque también es como parte
de un todo [] como que todo es una especie de fluir de distintos oficios.
(E1)
Finalmente, la conversación con las escritoras da cuenta de que, en un contexto de múltiples
ocupaciones, la cuestión del tiempo resulta gravitante para el trabajo literario.
Por un lado, varias escritoras declaran haber tenido problemas o dificultades al comenzar
sus carreras literarias, en particular con sus primeras publicaciones: “ver, para mí, que no sabía
nada, como que casi fue como ponga en Google cómo se publicaría, yo decía bueno, por
último, lo sacaré en Amazon. Bueno, dije voy a ver’” (E4). Así, el avance en las trayectorias
literarias se traduce en un aprendizaje de los tiempos propios para organizar la producción
literaria: “de a poco yo te diría que con la costumbre de hacer esto un hábito, y de entender
mejor cómo tú te aproximas a tu escritura y a tu texto, no es más fácil, pero sí es más orgánica
y más constante la escritura” (E2).
Frente a esta dificultad de organización del tiempo, las escritoras adoptan distintas
estrategias:
Antes de entrar a esta posición en la que estoy ahora, yo hablé con mi jefa y
le dije que para mí era muy importante tener disponibilidad para hacer otras
cosas, como por ejemplo dedicarme a mi escritura, y a mi editorial. Mi jefa
lo entendió, entonces tenemos un acuerdo de coordinar los tiempos para
que no haya tope siempre que cumpla mis obligaciones. (E11)
[] como yo era alumna de este máster, entonces el ster era de lunes a
viernes, de tres y media a nueve y media, entonces tenía otros ratos en que
podía escribir, sobre todo en las noches, me quedaba escribiendo hasta las
5 de la mañana, después me podía despertar un poco más tarde, entonces
todo se compensaba. (E12)
En suma, esta relación dificultosa con los tiempos se traduce en una disposición de las autoras
a escribir siempre y en cualquier parte: “igual escribía en cualquier lado ¿cachai? No sé, tenía que
hacer un trámite, me llevaba un cuaderno y escribía” (E3); “por la falta de tiempo aprendí un
poco a escribir en forma continua en cualquier circunstancia casi” (E5); “cuesta harto, trato de
sacarle siempre como horas al día, entonces ¿qué es lo que hago? [] nunca saqué licencia,
entonces ando siempre en transporte público, y ahí, en esos ratos, por ejemplo, yo leo y escribo
mucho” (E12).
Conclusiones
La presente investigación planteó como objetivo caracterizar las condiciones del trabajo y las
relaciones de género en el campo literario desde el discurso de las escritoras chilenas
contemporáneas. La conversación con las narradoras permitió profundizar en lo que ya
anunciaban los datos. Por un lado, los estudios sobre el trabajo artístico y cultural señalaban,
desde principios del siglo XXI, que este tipo de ocupaciones se caracterizaba por una alta
informalidad y precarización, destacando para el mundo de las letras una tendencia al
pluriempleo como estrategia para sustentarse económicamente. En ese contexto, el análisis de
las entrevistas dio cuenta de que el pluriempleo se realiza mayormente en la docencia
universitaria y en la realización de talleres literarios. Por otro lado, la gestión del tiempo resulta
gravitante en ese aspecto, y en donde el autoaprendizaje de los ritmos de escritura y la
organización del tiempo es fundamental para recorrer de manera exitosa el campo literario.
Además, las escritoras asumen distintas estrategias para poder desarrollar cotidianamente su
labor literaria, donde destaca el aprender a escribir en cualquier lugar y momento del día, como
son los momentos en el transporte público.
En relación con las desigualdades de género en el campo literario, las escritoras reconocen
que el campo literario se ha caracterizado históricamente por una fuerte masculinización,
cuestión que también ha sido documentada por las investigaciones y estudios literarios. Sin
embargo, en la actualidad esta desigualdad adopta formas particulares. Por un lado, los premios
y fondos literarios muestran un importante sesgo de género, siendo otorgados en los últimos
años de forma preponderante a hombres. Ello es reafirmado en la conversación con las
escritoras, quienes señalan la existencia de otro tipo de desigualdades, como es el mayor
financiamiento otorgado a hombres por charlas y conferencias, una percepción de que los
“hombres leen solo a hombres”, además de que los escritores masculinos están más habituados
y dispuestos a asumirse como tal y apropiarse de su oficio.
Con todo, si bien el campo cultural otorga en la actualidad mayor visibilidad a la producción
artística de mujeres, existen aún fuertes desigualdades de género dentro del oficio literario,
cuestión que se observa tanto en los mecanismos de consagración (fondos y premios), así como
también en las prácticas cotidianas del mundo literario. A esto se suma una persistente
precarización del trabajo artístico en Chile, lo que llama a pensar y promover políticas culturales
que avancen tanto en mejorar las condiciones del trabajo en artes también en impulsar la igualdad
de género en estos espacios.
Finalmente, es necesario reconocer las limitaciones del estudio, y que se proyectan como
futuras iniciativas de investigación. Por un lado, al encontrarse el campo literario en constante
transformación, la producción de datos y discursos difícilmente logrará captar las
configuraciones más recientes del mundo de las letras. Se construye diariamente una nueva
generación de escritoras, más jóvenes, y con tomas de posición, estrategias y capitales distintos
a los que poseen las escritoras integradas en este estudio. Poner atención a estas nuevas artistas
podría dar luces renovadas del campo artístico, marcado también por cambios recientes, como
la situación de pandemia, el pujante crecimiento del mundo digital y virtual, y anidado además a
transformaciones del campo de poder en general: disputas políticas, crisis ecológicas, entre otras.
En segundo lugar, aunque un abordaje cualitativo, permite una profundidad en cuanto a la
observación y análisis de los discursos, se pierden por otro lado las bondades que tiene la
perspectiva cuantitativa. Si bien a lo largo de este artículo se integraron ciertas observaciones
cuantitativas, vinculadas principalmente a los Fondos del Libro, es necesario que las entidades
públicas y académicas mantengan un registro constante de los distintos dispositivos culturales
(fondos, premios, becas, producción, consumo, mediación), con el objetivo de generar
diagnósticos atingentes y que permitan intervenciones pertinentes desde el ámbito público.
Según lo observado en esta investigación, la preocupación de Linda Nochlin (1971) por el
ámbito institucional y societal frente a la pregunta por la inserción de las mujeres en el arte, sigue
completamente vigente. Entender esto nos permitirá como sociedad atender a los aspectos
segregadores dentro del campo literario y cultural en general, propiciando transformaciones
desde las instituciones y los agentes culturales.
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